Guarde Dios a este olavarriense en la gloria. Media 1,95 y se ganaba la vida con Io que viniera: descargando carros de frutas, embolsando en el molinero harinero Campodónico y en sus últimos días lustrando botas por monedas.
A Felipe Montedónica lo conocieron futbolistas, directivos y en especial los hinchas que frecuentaban todos los domingos la cancha. De local no pagaba entrada. Ingresaba como si fuera de él, y eso se lo ganó por ser un infaltable y ferviente personaje en cuanto partido se presentara el equipo al que él, por esta manera tan particular de ser, le dio el apodo eteno: "Pincharrata”.
Los chicos lo miraban con admiración. Juan Robledo, dueño del bar "Los Vascos", andaba en los 12 años cuando ayudaba a su papá en el puesto de frutas ubicado en la puerta de la estacién. "En la calle 1 nunca lo vi pelearse y te hablo de que lo conoci en esta zona entre 1950 y 1980". Asi, tranquilo y campechano era Felipe Montedónica, que murió como todos los buenos de la vida: rebuscandosela para comer y querido por medio mundo.
A pesar de que muchos porteños, y platenses también, confundan aún que Io de Pincha viene por los estudiantes de medicina que experimentaban con las ratas en los laboratorios, o por aquel mito totalmente falso de que Zubeldía mandaba a pinchar con alfileres, fue por el guapo de Felipe que en la ciudad nació la enamoradiza y despectiva palabra “Pincharrata”.